Por Graciela Bocchi, Especialista en Formación Ejecutiva y Gestión del conocimiento y speaker internacional en Inteligencia comunicacional, Liderazgo y género, Diversidad y convivencia organizacional.
Uno de los temas que en los últimos cinco años más ha crecido en la “agenda cultural” de las empresas en LATAM, es la preocupación por la felicidad organizacional. Pareciera ser uno de los eslabones evolutivos en la construcción del branding corporativo, que iniciara hace más de una década con la preocupación por el clima organizacional.
Dos hechos acentuaron la necesidad de prestar atención a este tema: la creciente escasez del talento, con su consecuente necesidad de retener el que se tiene, y el protagonismo de las llamadas nuevas generaciones (denominados genéricamente Millenials) en el mundo laboral.
En relación con la escasez del talento, cada vez más las empresas se esfuerzan en desarrollar estrategias alternativas para fidelizar a su gente más valiosa. Más allá de remuneraciones equilibradas, que incluyen compensaciones intangibles, se ha demostrado que un ambiente, laboral enfocado en la felicidad y favorecedor de una sana convivencia, genera satisfacción y es altamente valorado.
En cuanto a las nuevas generaciones, en la actualidad conforman el 70 % de la fuerza laboral y en algunas industrias, ocupan el 35 % de las gerencias. De ahí la relevancia de sus intereses en toda gestión humana dentro de las empresas. Estas generaciones, con su frescura y naturalidad socialmente aceptadas y casi admiradas, han dejado claro que ser feliz es una meta, no sólo un deseo y que el presente es una realidad hoy, no sólo un escalón para el futuro. Según investigaciones, la felicidad en el trabajo para estas generaciones, se relaciona con la posibilidad de aprender, tener nuevos retos, vivir experiencias nuevas y poder colaborar con una causa trascendente.
Sea por fidelizar el talento o por las exigencias de las nuevas generaciones, el hecho es que la felicidad laboral llegó para quedarse. Entre las iniciativas implementadas para lograr un ambiente laboral generador de felicidad (algo así como una cultura perfumada de endorfinas!) se encuentran:
Intervención en los aspectos simbólicos del ambiente: autoridad distribuida, mayor umbral de tolerancia al error, espacios de experimentación, trabajo colaborativo y prácticas de reconocimiento.
Proyectos de voluntariado empresarial y grupos de intereses.
Lugares de recreación y esparcimiento. Encontramos desde lo más sofisticados con gimnasios, creativity room, etc hasta los que cuentan con modificaciones sencillas pero gratificantes, tales como espacios verdes, sillas ergonómicas, pinturas, música. Lo importante es que los colaboradores cuentan con un espacio de distensión y oxigenación.
Espacios de trabajo abiertos, compartidos y sin “muros de oficinas”. En estos espacios, la convivencia se vuelve relevante. Exigen respeto por el trabajo del otro y cuidado de lo que es común. De este modo, indirectamente, el espacio incide en vivir con valores compartidos.
En síntesis, esta tendencia puede considerarse como una maravillosa ola, que nos ha puesto a pensar y actuar en línea con lo que expresa UNESCO (2012): “la búsqueda de la felicidad es un objetivo humano fundamental, y reconocemos la pertinencia de la felicidad y del bienestar como objetivos y aspiraciones universales en la vida de los seres humanos de todo el mundo” (Res 66-281-29).
Quizás el enfoque en la felicidad organizacional sea el salto cuántico en la evolución hacia empresas más humanas.